viernes, 29 de noviembre de 2013

Te quiero tanto, que podría dormir encima tuya para siempre.

miércoles, 23 de octubre de 2013

«...y siento que mi vida fracasó...» Y sí, se lo que opinan todos los creativos del mundo acerca del fracaso, pero, qué coño, yo no estoy inventando una puta bombilla.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Bb

sábado, 10 de agosto de 2013

Una vez más

He perdido la cuenta de los intentos que lleva. Como si nada, afronta una vez más el reto de llegar hasta lo más alto de la roca. Pasito a pasito, se encarama sobre sus patas traseras (¿Patas traseras? ¿Son esas sus patas traseras si se supone que caminan hacia atrás?) Antes de que pueda equilibrarse sobre el último escalón, otra ola irreverente lo obliga a empezar desde el principio.

¿Por qué me siento yo frustrado? ¿Acaso no he aprendido nada de su actitud? Como si nada hubiera ocurrido, sin atisbo de duda, ira o enfado por encontrarse por enésima vez en esta encrucijada, sacude levemente sus pinzas y comienza una nueva escalada. Nada ha perturbado su espíritu. Nada ha ocurrido. Nada ha sucedido. Antes estaba arriba. Ahora abajo. ¿Dónde está la diferencia? El solo seguía su camino, y eso sigue haciendo.  Lo miro y sonrío. Gracias por la lección.

jueves, 8 de agosto de 2013

Éxito

Lo tiene todo. Incluso en este mismo instante, donde una muchedumbre extasiada y enfervorecida le aclama por haber sido capaz de darle la victoria al equipo en el que siempre soñó jugar.

Cómo explicarlo. Como verbalizar esta sensación de angustia y vacío. Si alguien tuviera el interés de analizar, de visionar una vez más el partido, prestando atención a lo que, precisamente no es el juego, podría haber notado el cambio, la diferencia.

Unas décimas de segundo, una cabeza que busca una respuesta en una brizna de hierba a millones de kilómetros de allí. Mañana, las rotativas del periódico no sabrán que priorizar, si la gesta deportiva, o la tragedia personal. Jugaba. Su vida se desmoronaba, como las piececitas de construcción de su pequeño y adorado hijo, y él jugaba. Era algo que no podía quitarse de la cabeza. Alguien podría alegar que también se ganaba la vida con ello. Y muy bien, por cierto. Pero para él, no era más que un juego, un divertimento, algo que se había prohibido sentir una vez hubo tomado aquella drástica decisión. Frívolo. Así seguía sintiéndose día tras día.

Nunca hubiera esperado aquel desenlace. Nadie. Ni siquiera él mismo. Salió un momento fugaz a airear su pena. A respirar el frío y húmedo aire de la noche, a combatir aquel persistente e indomable insomnio. Desde el balcón del hotel, algo penetró en su ser, escalando ladrillo a ladrillo la fachada de aquella construcción futurista e insensible. Algo que penetró por su oído contaminando un pensamiento. Una descarga eléctrica o química, o ambas, con el comportamiento de una célula cancerosa. Expandiéndose. Contaminando.

¿Por qué no? Solo será un instante. La paz, a cambio de un instante de fugaz dolor, si es que siquiera le da tiempo a sentir algo. Desde abajo, siente la llamada. Ven, no te resistas. Piensa en él, amontonando aquellas inestables piezas de colores. Se aferra a aquella imagen. Por él. No lo hará por él. Es injusto, pero acaba pensando que aquello tampoco le importará cuando no esté. Que todo desaparecerá cuando no esté. Ni tú, ni yo... Nadie. Que el mundo se apagará cuando su ser forme parte de aquella diminuta y pulida losa del suelo. Ven a mí, escucha una vez más. Y será la última. Solo es un paso, se dice. Tantos otros dio en la vida...

martes, 16 de julio de 2013

Sonrisas y lágrimas

Extraño cada una de las sonrisas que entregas en mi ausencia. Supongo que les ocurre algo similar a los amputados con su miembro fantasma. Con solo imaginar una sola de esas sonrisas, una lágrima asoma al precipicio en que se han convertido mis ojos. Me mira, tranquila, calmada, resignada. «No te preocupes, conozco el camino», me dice antes de lanzarse camino abajo por los contornos de mi mejilla erosionada por sus predecesoras.

Ya no trato de detenerlas. Hasta en ocasiones, cuando se detienen al borde de la mejilla, como dubitativas ante el Gran Salto, me he descubierto confesandoles internamente que yo también lo haría, que en definitiva, solo sería un paso. Un paso más. Un paso hueco. Un paso vacío. Lo que vendría después sería tan solo un fugaz dolor en contraposición a este eterno sufrimiento al que me aferro como si fuese todo lo que tengo, todo lo que soy.

A veces, tengo que recordarme, que hubo un tiempo en el que fui algo más que sufrimiento y desconsuelo.

sábado, 8 de junio de 2013

Caracolas

Cierras los ojos, y por un momento, pierdes la certeza de saber donde estás. Hace un momento creía estar sentado a la orilla de un río, al menos, eso me decían mis experimentados ojos. Mis oídos, me recordaban aquella lejana tarde, de huida y dolor. Me he sobresaltado, esperando ver el mar donde nunca debí oírlo. Eran las cañas. Mecidas al viento, recordando en su movimiento, vaivenes soñados, lejanos, inolvidables. Su sonido, el de las olas rompiendo a mis pies, valerosas, altivas, desafiantes, claro recordatorio de lo que nunca fui, y de lo que ya aquel día solitario aprendí.

Creí no poder llorar más. Iluso. Ahora se que sí que puedo. Me lo han dicho tus alas, blancas, puras, inmaculadas, de mariposa, acompañándome en el camino...

miércoles, 17 de abril de 2013

Todos los días...


sábado, 6 de abril de 2013

Lluvias

Caer en la cuenta de que no eres más que eso por lo que tanto has luchado no ser: un Ego grande y fuerte a cuyo paso no deja más que desolación. Me gusta pensar que tanta lágrima no es más que ese fantasma disolviéndose como un azucarillo en un vaso de agua.

Así que, mientras quede un cachito, seguirá lloviendo, y aunque nunca llueva eternamente, y sea consciente de que tras las nubes hay un sol radiante que no pierde un ápice de esplendor, desde abajo solo queda el propio Atanor donde transformar el plomo en oro. Materiales: Ser, suero salino (en abundancia y preferentemente en forma de lágrima, más apropiada esta forma para el trabajo en cuestión), Vacío...

He roto el vaso de precipitados en tantas ocasiones ya, que tengo cuenta abierta en el colmado. El dependiente, un anciano que me recuerda a esos sabios iletrados, me sonríe cuando llego. En cuanto aparezco, una sonrisa torcida que deja al descubierto una boca sin dientes, me hace dudar entre si es un gesto de burla o conmiseración. La última vez, me sacó de dudas: «hijo mío, hoy en día es algo que ya nadie intenta». Y señaló el cielo, un precioso y oscuro cielo nublado. No dijo más. Fue suficiente. Me dio el coraje, el empujón que requería para no decaer en mi tarea.

Pero sigo sin saber como hacerlo. Miro al cielo y sé que está ahí, tras esa masa vaporosa de nubes, agua y deseos. He intentado disolverlas, volverme nube y poder disfrutar de su fulgor, arrastrarlas hacia otros parajes, elevarlas de tal modo que jamás vuelva a existir nada entre su luz y mi alma...

Sé que está ahí. A pesar de los cúmulos de nubes, la lluvia, el frío y la desolación... Pero tengo que ser sincero, lo que no está, es la capacidad para elevarme tan alto, para que pueda sentirlo presente en mi vida sin descanso, y a pesar de los días lluviosos.

Qué curioso. Mientras escribes esto, ser consciente de que no todo podrá ser disuelto, que para un trabajo completo, necesitarás lo contrario a la dulce humedad de una lágrima salada. El fuego abrasador de ese Sol que al menos por ahora, te resulta tan esquivo.

viernes, 5 de abril de 2013

Cojeras

Aquí sentado en la mesa del restaurante veo pasar vacilantes a los paseantes al otro lado del cristal. Lo curioso es que en todos los que lo han hecho, al menos del género masculino, he percibido una ligera cojera. ¿Señal? ¿Mensaje? La verdad es que ahora mismo no me importa mucho.

Carta a una roca (grande y fuerte)

Me gustaría  ser como tú, confiado, seguro, mirando siempre hacia delante, hacia lo más alto.

Tengo que aceptar que no soy tú, algo sorprendentemente doloroso a estas alturas. Pero también he de decir que a veces, aunque solo sean unas pocas, lo consigo. Te imito. Y por un instante, creo ser tú. En realidad, es la misma sensación que la de andar con los ojos cerrados. No vendados. Cerrados. Al tercer paso, si no antes, empezarás a preguntarte si has dado el paso correcto, si no andarás cerca de algún precipicio peligroso que marque tu vida o incluso, quien sabe, que te la arrebate. Así que abres los ojos, e inclinas  la cabeza para fijarte en tus pies, y aunque solo sea por ese instante, pierdes tu elevado objetivo.

¿Qué esperabas? Tú mismo lo has dicho. No era más que una mera imitación. Y cómo todo lo que no es inequívocamente autentico, se torna efímero, volátil, escurridizo como un sueño recién soñado.

Y me toca aceptar una vez más que no soy Tú. Que tan solo soy yo, para lo bueno y lo malo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza. Que soy lo único que tengo, o al menos, debería serlo.

miércoles, 3 de abril de 2013

Simetrías

Siempre había creído habitar un mundo cíclico. Curioso ha sido darme cuenta estos días que más bien se trata de un mundo simétrico. Y qué gran diferencia habita en ello.

No creo en los juicios, cuánto menos a algo tan elevado como esta vida. Así que no te culpo, a ti, Vida, que juegas esta extraña partida con dados trucados, con todas las respuestas en la mano.

Me ha encantado durante toda mi vida tu maravillosa mano para orquestar esta sinfonía, este entramado de historias que vienen y van, que aparecen y desaparecen. De caminos andados frente a un espejo. Pero has sabido colocar muy bien dicho espejo. Puesto en medio del camino, hubiera acabado con los paseantes dando de bruces contra su propia figura. A un lado, las posibilidades se multiplican, más si se nos ocurre doblar el número de espejos; dos pasan a ser cuatro, cuatro, ocho...y me da que es eso lo que más has disfrutado durante toda tu existencia. Las infinitas posibilidades de este invento tuyo.

Me gustaría poder sentir otra cosa que no fuera reverencia, admiración. Es algo que a pesar de la tristeza, aun conmueve mi alma maltrecha. A veces la rabia, la ira me confunden. No es hacia ti. Sería absurdo. Me quito el sombrero. Ha sido una manera cruel de demostrar que existe eso que nuestro desconocimiento llama Misterio, pero ha sido una prueba palpable al fin y al cabo, que vale su peso en oro.

martes, 2 de abril de 2013

Modo de empleo I

Renovarse o vivir. Sin más opciones. Agitar y agitar cual coctelera hasta lograr el resultado deseado. Contemplar, tras cada sacudida, como diminutas criaturas recorren sus laberínticos recovecos sin rumbo, perdidas, sin destino buscando la reorganización de toda la estructura... Y sentirte identificado. Deseoso de ver llegar el día en que pueda mirar hacia dentro y ver tan solo Silencio.

Escucha, pequeña. Ese silencio. Ese silencio que no puede ser alterado por nada ni nadie. Ese silencio que es un homónimo de paz, serenidad y tranquilidad (como los mares de nuestra preciada luna). Ese silencio de plata y luz.

Mírame, pequeña, déjame caer en la madriguera de tus ojos, y que el viento en mis oídos me permita encontrar la callada quietud que anhelo. Pero no sueltes mi mano. Solo agarrado de tus pequeños y tiernos deditos, conseguiré mantener a raya el miedo el tiempo necesario para lograr el objetivo.

Shhhh. Silencio. Escucha cómo se acerca...

sábado, 30 de marzo de 2013

Dos ladrillos y medio

Dos ladrillos y medio, es todo lo que hace falta para sellar una vida. Eso sí, dos ladrillos y medio tamaño XXL. Mientras ocurría, una de esas experiencias de fragilidad. Que fácil se rompen los hilos, o lo que es peor, ¿por qué resulta tan fácil soltarlos dejando caer la marioneta, apartándola del juego estipulado?

Y mientras, dos gaviotas suspendidas allá en lo alto, sin saber cómo ni porqué, me han hecho caer en la cuenta de la dureza del momento. Dos personas, una pared de por medio, y el conocimiento para una de ellas de saber que, pase lo que pase, sera el único muro que nunca podrá ser franqueado. Que pese a todo su empeño y esfuerzo, tan solo quedará el recuerdo. El recuerdo de la piel que nunca volverá a ser tocada. El recuerdo del abrazo que nunca volverá a ser creado. El recuerdo del beso que nunca jamás volverá a ser entregado. El recuerdo de la palabra que se dijo, o el lamento por no haberlo hecho. Y todo por dos ladrillos y medio. Dos ladrillos y medio son la frontera. Dos ladrillos y medio son el equivalente en el espacio, del Para Siempre en el tiempo.

Por un momento he sentido la pena futura, la del momento en que me abandones. Y saber que ocurrirá no atenúa ni un ápice el dolor.

Y claustrofobia, mucha claustrofobia. No quiero que me encierren, por muy bonita que sea la sepultura, no es mas que eso, una sepultura. Me gustaría dormir el sueño eterno sin cama/caja, sostenido por el mismo aliento que me engendró, con una mano tenue posada en la tierra, húmeda, caliente, siendo mecido por la respiración de cada uno de los átomos o partículas o lo que sea que conforma este entramado que llamamos vida.

O arder, ser transportado, elevado al cielo entre nubecillas blandas de polvo y humo. Ser reducido a suave y fino polvo gris con el que poder escapar y llegar hasta donde me plazca. Quien sabe, quizá entonces ose llegar donde no llegué en vida.

No te preocupes por mí, pequeña. Celébralo. Aunque no lo creas, siempre fui consciente de las reglas del juego, y a pesar de todo, siempre me pareció bonito, precioso y hasta justo. Sí, justo.

jueves, 28 de marzo de 2013

Mucho ruido, y una hora, las 4 a.m. No se porqué esa precisamente, pero quien sabe, quiza algún día lo averigüe.

Mientras, una serpiente no deja de restregar sus escamas por el interior de mi cerebro, fria, resbaladiza. El estruendo es ensordecedor, un estruendo de colores grises y opacos, de los que te impiden saber a ciencia cierta en que lado de la realidad habitas. Lo peor, es que entre tanto ruido, hasta se me han quitado las ganas de gritar.

Nunca he sido amigo de reptiles, pero nunca he podido dejar de mirarlos, observarlos, a pesar de la sensación de rechazo. No quiero habituarme. No quiero que un extraño more en mi cerebro eternamente. Ya somos muchos y ya casi nunca consigo recordar que ninguno existe, que solo lo inmutable permanece, que todas esas voces, no son más que cantos de sirena, bellos, hipnóticos, pero confusos y traicioneros.

Me llevo un dedo a los labios, los mando callar, pero como los niños rebeldes que son, se mofan de mis intentos por conseguir un imposible. Traviesos, elevan sus voces aún mas, mientras ríen envalentonados ante mi asombro. Al menos, me digo, alguien ríe en este instante, aunque no pueda alegrarme con sinceridad, y me haga sentir aún peor por mi mezquindad.

No escuches, me digo, intérnate cual «Hada del Agua» en los vericuetos de cañerías y grifos, asoma, saluda, pero vuelve a perderte, sin descanso, sin detenerte, en la húmeda oscuridad de una autopista sin final, solitaria y silenciosa. Muy muy silenciosa.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Al principio pensé que sería como montar un puzle. Sabía que primero tendría que buscar las piezas, los pedazos, uno a uno, y una vez logrado, tan solo unirlos hasta conseguir la imagen de lo que un día fue. No contaba con encontrar un amasijo de esquirlas de cristal, sin conexiones, sin vestigios ni recuerdos los unos de los otros, sin que cada uno de esos pedacitos recordara siquiera haber pertenecido alguna vez a algún otro cuerpo o ente. Sólo me queda pulir cada esquirla, una a una, sin la esperanza de conseguir de nuevo la unidad de lo que un día fue. Quién sabe, quizá ahora no posea un tesoro sino muchos, o quizá no posea un alma sino nada. Sigo aquí, o eso creo. Algo me dice que sigo aquí, pero a la misma vez me dice que no me busque. Que la persona que una vez ocupó mi lugar, ha decidido emprender un inesperado viaje, con las manos en los bolsillos y un billete tan solo de ida. A veces pienso que vivo aferrado a una imagen de lo que un día fuí. En realidad casi estoy convencido de que vivimos prisioneros de la imagen que el mundo proyecta de nosotros o de la imagen que proyectamos en el mundo. No soy una mala persona. Este es el único pensamiento que aún es dogma en mí sobre mí, a pesar de la ira, la rabia, el dolor y la angustia. Al menos con toda esa rabia y dolor, consigo mantener a raya el miedo; lo siento chico pero tendrás que esperar turno porque no hay sitio para más.

Te miro pequeña, y tan solo tú eres capaz de recordarme donde habito. Solo tú devuelves el recuerdo de una sonrisa a mi rostro. Aunque dijera que mi rostro ha olvidado como sonreir, mentiría. Es mi pecho quién lo sepultó en el olvido. Si algo he sacado en claro de todo esto, es el placer de disfrutar de tu sonrisa cada mañana. De escuchar de tu boca: ¿Estás contento, papi? Pues claro, pequeña, ¿cómo no estarlo? Así que probablemente no sea yo el que pula esquirlas de cristal, sino el que las acerca a tus labios para que con tus besos, me ayudes limar esas incómodas aristas que impiden la natural atracción de lo que un día permaneció unido en mí. 

A veces, tan solo a veces, me pregunto: ¿Pero cómo coño has llegado hasta aquí? Y sólo concibo una respuesta: Y qué cojones importa...

He hecho un nuevo descubrimiento. Esta calmada y apacible rabia. Esta tranquila y serena violencia que anida en mi alma contra todo lo que me rodea, y por consiguiente, contra mí. Toda una existencia vivida bajo la creencia de que nada existía fuera de tí y ¿crees que ahora encontrarías algo que culpar que no fuera tu propia incapacidad, tu misma ineptitud? Como en los envoltorios de una golosina con sorpresa, deslío el papel para encontrarme un irónico y nada comprensivo: 

SIGUE BUSCANDO

Y lo hago. Busco, rebusco y rebuscaré. Nunca he tenido miedo a hacerlo. Aunque en seguida caigo en la cuenta: Quién nunca tuvo miedo de buscar era aquella persona que ahora no es más que un montón de perlitas amorfas de cristal. Y el miedo casi llama a la puerta, pero sigue sin sitio. Me autocuestiono: 

-Hey, a lo que sea que queda por ahí dentro, ¿a tí te gusta buscar?
- Depende, ¿qué hay que buscar?
- No está claro aún. Creemos que a una persona.
- ¿Creemos? ¿Quién lo cree?
- Un montón de esquirlas de cristal.
- Mi madre siempre me aconsejó mantenerme alejado de vidrios rotos. 
- Entonces, ¿nos ayudarás?
- ¿Cómo es esa persona que buscaríamos?
- Haces demasiadas preguntas. ¡A quién le importa! Es tan sólo un viaje. ¡Qué más da lo que busquemos...! ¿Porqué es tan importante?
- Por que nunca me había planteado antes que era posible encontrar algo con lo que no estuviera realmente satisfecho. ¿¡Imaginas lo que podría ser convivir con uno mismo toda una vida insatisfecha!?

Así que, probablemente, deba afrontar el hecho de que no volveré a ser la misma persona después de pasar por esta etapa de mi vida, pero quién sabe, quizá lo que encuentre sea una versión mejorada, un nuevo 2.0 de lo que un día creí ser. Aunque a decir verdad, en este preciso instante, tampoco puedo decir que me importe un carajo...


viernes, 22 de febrero de 2013

Ensayo

Cuando hace años, se me antojan ya, escribí un ensayo sobre la palabra, aun no conocia esta cita de Flaubert con la que me hubiese encantado cerrarlo:

«La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas»

lunes, 11 de febrero de 2013

Elephant

lunes, 4 de febrero de 2013

Aceitunas

- Papá, ¿qué es esto que tienes aquí?
- Un hueso. Se llama costilla.
- ¿Un hueso? ¿Eres entonces una oliva?