miércoles, 13 de marzo de 2013

Al principio pensé que sería como montar un puzle. Sabía que primero tendría que buscar las piezas, los pedazos, uno a uno, y una vez logrado, tan solo unirlos hasta conseguir la imagen de lo que un día fue. No contaba con encontrar un amasijo de esquirlas de cristal, sin conexiones, sin vestigios ni recuerdos los unos de los otros, sin que cada uno de esos pedacitos recordara siquiera haber pertenecido alguna vez a algún otro cuerpo o ente. Sólo me queda pulir cada esquirla, una a una, sin la esperanza de conseguir de nuevo la unidad de lo que un día fue. Quién sabe, quizá ahora no posea un tesoro sino muchos, o quizá no posea un alma sino nada. Sigo aquí, o eso creo. Algo me dice que sigo aquí, pero a la misma vez me dice que no me busque. Que la persona que una vez ocupó mi lugar, ha decidido emprender un inesperado viaje, con las manos en los bolsillos y un billete tan solo de ida. A veces pienso que vivo aferrado a una imagen de lo que un día fuí. En realidad casi estoy convencido de que vivimos prisioneros de la imagen que el mundo proyecta de nosotros o de la imagen que proyectamos en el mundo. No soy una mala persona. Este es el único pensamiento que aún es dogma en mí sobre mí, a pesar de la ira, la rabia, el dolor y la angustia. Al menos con toda esa rabia y dolor, consigo mantener a raya el miedo; lo siento chico pero tendrás que esperar turno porque no hay sitio para más.

Te miro pequeña, y tan solo tú eres capaz de recordarme donde habito. Solo tú devuelves el recuerdo de una sonrisa a mi rostro. Aunque dijera que mi rostro ha olvidado como sonreir, mentiría. Es mi pecho quién lo sepultó en el olvido. Si algo he sacado en claro de todo esto, es el placer de disfrutar de tu sonrisa cada mañana. De escuchar de tu boca: ¿Estás contento, papi? Pues claro, pequeña, ¿cómo no estarlo? Así que probablemente no sea yo el que pula esquirlas de cristal, sino el que las acerca a tus labios para que con tus besos, me ayudes limar esas incómodas aristas que impiden la natural atracción de lo que un día permaneció unido en mí. 

A veces, tan solo a veces, me pregunto: ¿Pero cómo coño has llegado hasta aquí? Y sólo concibo una respuesta: Y qué cojones importa...

He hecho un nuevo descubrimiento. Esta calmada y apacible rabia. Esta tranquila y serena violencia que anida en mi alma contra todo lo que me rodea, y por consiguiente, contra mí. Toda una existencia vivida bajo la creencia de que nada existía fuera de tí y ¿crees que ahora encontrarías algo que culpar que no fuera tu propia incapacidad, tu misma ineptitud? Como en los envoltorios de una golosina con sorpresa, deslío el papel para encontrarme un irónico y nada comprensivo: 

SIGUE BUSCANDO

Y lo hago. Busco, rebusco y rebuscaré. Nunca he tenido miedo a hacerlo. Aunque en seguida caigo en la cuenta: Quién nunca tuvo miedo de buscar era aquella persona que ahora no es más que un montón de perlitas amorfas de cristal. Y el miedo casi llama a la puerta, pero sigue sin sitio. Me autocuestiono: 

-Hey, a lo que sea que queda por ahí dentro, ¿a tí te gusta buscar?
- Depende, ¿qué hay que buscar?
- No está claro aún. Creemos que a una persona.
- ¿Creemos? ¿Quién lo cree?
- Un montón de esquirlas de cristal.
- Mi madre siempre me aconsejó mantenerme alejado de vidrios rotos. 
- Entonces, ¿nos ayudarás?
- ¿Cómo es esa persona que buscaríamos?
- Haces demasiadas preguntas. ¡A quién le importa! Es tan sólo un viaje. ¡Qué más da lo que busquemos...! ¿Porqué es tan importante?
- Por que nunca me había planteado antes que era posible encontrar algo con lo que no estuviera realmente satisfecho. ¿¡Imaginas lo que podría ser convivir con uno mismo toda una vida insatisfecha!?

Así que, probablemente, deba afrontar el hecho de que no volveré a ser la misma persona después de pasar por esta etapa de mi vida, pero quién sabe, quizá lo que encuentre sea una versión mejorada, un nuevo 2.0 de lo que un día creí ser. Aunque a decir verdad, en este preciso instante, tampoco puedo decir que me importe un carajo...