martes, 7 de enero de 2014

El amor está sobrevalorado. Amar está sobrevalorado. No dejo de darle vueltas. Lo que me resulta curioso es, que sobrevalorar no es una conducta adaptativa, que garantice la supervivencia, así que no dejo de pensar en el mecanismo que la ha mantenido vigente hasta nuestros días, o que la ha convertido en lo que actualmente es.

En la naturaleza, la única actitud que garantiza la permanencia de una especia, es la infravaloración. Imagina que una estampida de bufalos se dirige directamente hacia tu posición, y tu única salida, proviene de un cálculo, una estimación del tiempo en el que serás arrollado. Sobreestimar el tiempo del impacto, te llevará inevitablemente a tu fatídico final. Infravalorarlo desde la distancia, te dará tiempo a realizar los movimientos pertinentes para colocarte a salvo. Imagina esa hormiga, que por curiosidad de la naturaleza, sobreestimó su acopio de alimento para pasar el invierno...

El amor pasional, sexual, instintivo, posee una finalidad. Incluso el amor fraternal, de pareja. Este último, será el encargado de críar, educar, gobernar los frutos del primero, permitiendo que los afortunados padres se aguanten el tiempo suficiente como para llevar a cabo dicha misión (todo esto siempre en términos "animales"). Pero, qué hay del platónico, del romántico tal vez, aunque este último no lo vea tan claro. Quizá no sea más que una parte más del sistema inmunitario cerebral del que tanto dependemos. 

Amar está sobrevalorado, y como consecuencia de ello, también lo está el egoísmo. ¿Pretendemos amar a otra persona por ella misma, o simplemente por lo que ella supone para nosotros, por el poder de sentirnos especiales al ser objeto de una elección ajena? Durante toda mi vida, he creído amar, incluso, en ocasiones, creí hacerlo bien. Siempre encontré a alguien que me indicó lo errado que estaba, hiciera lo que hiciera, o mejor dicho, sintiera lo que sintiera, afinando más, pensara lo que pensara, siempre encontré alguien insatisfecho. Que conste que no por estas palabras dejo de plantearme que quizá la clave de la ecuación está en que realmente, no sé hacerlo.

Hace no mucho escuché que la mayoría de las decisiones que adoptamos en nuestra vida, no recuerdo a cuanto ascendía el porcentaje total, se tomaban emocionalmente. En realidad, creo que todas las decisiones que adoptamos a lo largo de nuestra vida, son emocionales. Solo a posteriori, una vez realizada nuestra elección, entra a formar parte del juego el razonamiento, la justificación a dicha elección. No es más que otra medida de seguridad de nuestra sistema inmunitario mental. Podemos justificarnos, racionalizar cualquier cosa, y por lo tanto, auto-convencernos, para poder seguir adelante... basta con repetirse cada mañana: Era lo mejor. Fue lo mejor. No podía ser de otra manera.

Dudo entre comprar un coche rojo y un coche blanco. Puedes racionalizar la elección todo lo que quieras. "El rojo se ve más en la carretera", "El blanco es más sucio, tendré que llevarlo a lavar más a menudo"... Puedes plantearte todas las opciones, argumentos que quieras, cuando vayas a adoptar una decisión, esta será, solo y exclusivamente, sentimental y emocional. Primará tu sentimiento de seguridad, de "limpieza", de comodidad,... pero siempre será un sentimiento, eso sí, un sentimiento que pasará a ser inmediatamente justificado por los mejores, grandes y más sólidos argumentos. Higiene mental.

Será egoísmo. Es posible, así que dejaré de llamarlo por otro nombre, dejaré de disfrazar mi realidad. Es lo que soy.


No tengo tiempo

El otro día me abordó una señora Anciana. Abordar es un eufemismo para no decir que me arrolló, me empujó, me atropelló,  mientras con el bolso golpeaba la cara de mi ausente hija sentada en su cochecito.
- Señora, espere que unos salgan para que otros entren.
Lección:
- ¿Esperar? Tengo 95 años, no puedo esperar.
No había terminado la frase cuando deseé que un súbito paro cardíaco la borrara de la faz de la tierra. Segundos después, lamenté haberlo pensado. Ni con 95... ni con 30.

viernes, 3 de enero de 2014

Egoistas

Egoístas, eso es lo que somos. Seres egoístas por naturaleza. Muy probablemente debido a nuestra naturaleza biológica animal. Con nuestras necesidades por perpetuar nuestra especie, la particular de cada uno, la que porta mejores genes que el vecino. Si a eso se reduce todo, maldigo a Dios por no haberme hecho mujer, y de paso, lo maldigo por haberme hecho tan poco hombre. ¿Son realmente los genes lo que realmente buscamos transmitir? ¿Son ellos la huella de nuestros pasos que queremos que persevere en el mundo una vez nos hayamos marchado? O solo deseamos  su manifestación fenotípica aunque no quedara ni rastro del mas insignificante cromosoma parental. No me importa lo que haya por dentro si lo de fuera está a la altura de mis caprichos.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Te quiero tanto, que podría dormir encima tuya para siempre.

miércoles, 23 de octubre de 2013

«...y siento que mi vida fracasó...» Y sí, se lo que opinan todos los creativos del mundo acerca del fracaso, pero, qué coño, yo no estoy inventando una puta bombilla.