martes, 16 de julio de 2013

Sonrisas y lágrimas

Extraño cada una de las sonrisas que entregas en mi ausencia. Supongo que les ocurre algo similar a los amputados con su miembro fantasma. Con solo imaginar una sola de esas sonrisas, una lágrima asoma al precipicio en que se han convertido mis ojos. Me mira, tranquila, calmada, resignada. «No te preocupes, conozco el camino», me dice antes de lanzarse camino abajo por los contornos de mi mejilla erosionada por sus predecesoras.

Ya no trato de detenerlas. Hasta en ocasiones, cuando se detienen al borde de la mejilla, como dubitativas ante el Gran Salto, me he descubierto confesandoles internamente que yo también lo haría, que en definitiva, solo sería un paso. Un paso más. Un paso hueco. Un paso vacío. Lo que vendría después sería tan solo un fugaz dolor en contraposición a este eterno sufrimiento al que me aferro como si fuese todo lo que tengo, todo lo que soy.

A veces, tengo que recordarme, que hubo un tiempo en el que fui algo más que sufrimiento y desconsuelo.