domingo, 25 de octubre de 2009

III

Se lo que voy a encontrar. Es eso lo que ando buscando. Una manera rápida y efectiva de mandarlo todo al carajo y empezar de cero en otra vida, otro universo. Una manera como otra cualquiera, solo que en esta, no tendré que dar explicaciones; una manera en la que no habrá necesidad de que una sola palabra sea dicha. Entro. Verifico. Me aseguro de que sabe que lo sé. Lo miro. Y me marcho.

Espero desde la calle a que las cortinas de nuestro dormitorio se cierren, y tomo el ascensor. Saco con cuidado las llaves para abrir la puerta. No quiero que tenga tiempo de esconder nada ni de buscar cualquier excusa, pero cuando entro, me doy cuenta de que no habría sido posible; la fiesta comenzó en el salón. Ropa que no me pertenece en la alfombra, el sofá... Ahora ya no me importa hacer cualquier ruido. Cierro la puerta cerciorándome de que se oirá en "nuestro nidito de amor". Habría podido, pero prefiero no entrar en la habitación que durante tanto años compartimos y me evito convivir el resto de mis días con semejante escena en la cabeza.

Aparece a medio vestir, intentando encontrar las palabras que sé no hallará. Realizando una última tentativa que queda tan lejos de ser pronunciada como lejos estaré yo cuando salga por esa puerta. Lo miro una última vez para asegurarme de que ha comprendido que todo acabó, que ni siquiera recogeré mi ropa, mis libros, mis cosas. No se lo digo, pero lo ha comprendido. No me verá más y cuando lo haga, lo conozco lo suficiente como para saber que se hará muy, muy pequeño, agachará la cabeza y huirá lejos.

Soy una mujer nueva en todos los aspectos y empiezo de cero. Mañana saldré a buscar un nuevo hogar, un nuevo fondo de armario... pero eso será mañana, ahora estoy cerrando una puerta, despacio, consciente, convertida en ella, siento el placer de una bisagra al cumplir su misión y ser cerrada al fin.