sábado, 24 de octubre de 2009

II




Siento una llave en la cerradura, pero no es mi casa; él no parece reaccionar por lo que quizá me equivoque. Céntrate, termina y lárgate cuanto antes; tampoco es que el tipo merezca mucho la pena. Se escucha una puerta cerrarse y antes de que se abra la siguiente en el plano imaginario que elaboré al entrar, me quedo sola.

Ahora es cuando vienen los gritos, los reproches. Los espero, pero nunca llegan. Vuelve con la cara desencajada y mi ropa en las manos. No espera consuelo, así que me quedaré sin lo mío. Tomo el pantalón y termino de abotonarme la blusa en el ascensor.

Al salir, un vecino me mira y por un instante, casi me siento inclinada a reclamarle/concederle lo que otros dejaron pendiente.