viernes, 6 de noviembre de 2009

De príncipes y princesas

Podría ser que al besar el sapo, el príncipe resultase mucho más baboso y repugnante que el propio batracio, o que el príncipe, al intentar liberar a la princesa, se diera cuenta que ella ha desarrollado el síndrome de Estocolmo, y ya no quiere ser liberada.

Podría ser que el príncipe tras pelear con dragones, monstruos y ogros malvados, decida que la princesa no merece la pena el esfuerzo... y se quede con su fiel escudero. O que cuando la princesa vea al príncipe atufando a choto tras su larga odisea, piense que para personajes como ese, le hubiera bastado con el hijo del granjero.

Podría ser que al trepar el príncipe por su cabellera, una jauría de ftirápteros diese con sus huesos en el suelo (es lo que tiene la relación cautiverio-champú). O que al divisar el príncipe a la hija del rey en la torre de palacio, este decidiera ante su fealdad, prescindir de sus ropajes y alhajas, pasando de largo disimuladamente silbando una tonada, hasta el próximo reino, hasta el próximo castillo, hasta la próxima princesa.

Podría ser...